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Rompecabezas
- - La actividad perfecta para reenfocarse en uno mismo u ocupar a toda la familia los domingos lluviosos, para ofrecer sin dudarlo.
- - Varios formatos a elegir: 30 piezas, 110 piezas, 252 piezas, 500 piezas y 1000 piezas.
- - Piezas de cartón de alta calidad impresas por sublimación para colores vivos.
- - Viene en una caja metálica ilustrada con el diseño que hayas seleccionado. Este es un regalo que lanza!
- - Edad: 30 piezas a partir de 4 años, 110 piezas a partir de 6 años, 252 piezas a partir de 8 años, 500 piezas a partir de 9 años, 1000 piezas para adultos.
- - ADVERTENCIA: riesgo de asfixia. Contiene piezas pequeñas. Mantener fuera del alcance de los niños menores de 3 años.
- - Impreso bajo demanda, solo para ti.
A partir de
30.51 €
Trabajo original
Nacimiento de P. en 1881 - 1997
PAS394/7242022
Esta colección consta de 114 dibujos o pinturas sobre tabla, realizados entre 1989 y 1997. Representan, en una multiplicidad de universos oníricos y coloristas, toda una serie de parejas. No siempre es fácil distinguirlas de las de la colección "Personajes suspendidos".
Texto de Jean-Paul Perrenx: "En mi pintura, me gusta rodear, ceñir, trazar, surcar, cavar, arañar. La línea, en la punta del pincel, a lo ancho del pincel, o bajo la punta de un clavo, conforma su itinerario, se coloca en el lugar que yo le doy en relación con mi estado de ánimo de un momento, con mi visión de las cosas, con el estado de ánimo de mis pensamientos de una mañana, de una tarde o de otro día. En mis registros, hay una línea que recorre el lienzo, la que mi mano traza con confianza. Me gusta esta línea. Me satisface porque es como la imagino, como quiero que sea. A menudo dibuja un rostro, ojos, labios y no sé qué más, con la precisión que decide mi ojo, con la destreza de la mano que imagina en el momento. Y luego está la otra versión, la otra versión de las cosas, la otra forma de hacer o no hacer las cosas, porque esta vez la mano vuela y toma la vida del dibujo con despreocupación. En cuanto a mi ojo, pretende mirar a otra parte, mirar fuera, mirar un poco donde quiere. Hablo de la línea torpe. La línea torpe es la que se deja crecer sola. O está enamorada, enamorada de un color, o ha bebido demasiada trementina. Esta línea, y no importa cómo sea el pintor, viaja en el formato sin billete, como polizón. Le da igual el revisor, el jefe de estación, el maestro de lienzo con un lápiz de mina bien cortado. Es un niño en el lienzo y no quiere estar donde se le espera. La mano, mi mano, se vuelve fatalista, aunque sé que puede contar con los dedos, al menos hasta cinco, para dibujar la situación con cara seria. Es como una bicicleta cuando sueltas el manillar. Vas un poco en zigzag, pero sigues tu camino como es debido en estos casos.